Los amores juveniles son así. Obsesivos, absolutos, a todo o nada.
Lo terrible, es que muchos años después uno siga comportándose de la misma manera. Lo doloroso es que así quede uno: siendo una maldita obsesiva.
Supuse que tenia que superarlo, pero nada parecía cambiar; el seguía en mi cabeza, me sentía necesitada de su voz, de sus palabras, de sus miradas. De mis inventos. De eso vivía, de la personalidad que le compré, de un futuro ideal juntos, donde NO EXISTIERA LA DIFERENCIA DE EDAD.
En mi cabeza podíamos ser felices y no entendía por qué no se concretaba mi sueño.
Para mí, a esa edad no había nada mas importante que EL. Y él y mi salud mental iban de la mano irremediablemente. Así también como la falta de EL y mi depresión eran los Mejores Amigos.
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